La piel es un territorio sagrado. Nos envuelve. Nos comunica. Nos guarda. En cada etapa de la vida, cambia su textura, su ritmo, su voz. Y si sabemos escucharla, nos cuenta mucho más de lo que imaginamos. Infancia: piel nueva, sin filtros Es suave, pura. Todo lo que recibe lo absorbe. La piel en esta etapa solo necesita cuidado sencillo, tacto amoroso y protección. Juventud: cuando las emociones se asoman Aparecen los primeros brotes, los desequilibrios. Es el cuerpo gritando cambios internos. A veces, lo que llamamos “imperfección” es solo una expresión . La piel necesita que no la oculten, que la comprendan. Que se respete su proceso. Vida adulta: entre el hacer y el sentir A medida que asumimos responsabilidades, la piel también empieza a hablar más claro. Pierde luminosidad cuando hay cansancio. Se inflama si hay estrés. Se apaga si olvidamos escucharnos. Aquí, la piel pide presencia. Ritmos más humanos. Gestos sencillos que nutran, no saturen. Etapas ...
No sabía que ya estaba ahí... No lo vi venir. Pensé que solo estaba cansada. Que el insomnio era por estrés. Que los cambios de humor eran cosas de la vida. Hasta que empecé a no reconocerme. La perimenopausia llega así, de puntillas. No siempre avisa con la menstruación que se va. A veces es más sutil y más traicionera. A veces simplemente un día te levantas sintiendo que algo ha cambiado, y no sabes exactamente qué. Lo que no me contaron Nadie me habló de esa niebla mental que te hace olvidar lo que ibas a decir. Ni del sueño roto aunque esté todo en calma. Ni de esa tristeza rara , que no es depresión, pero tampoco alegría. Ni de cómo la ropa ya no te queda igual aunque comas lo mismo. Ni de cómo puedes pasar de la risa al llanto en un minuto. Ni de la soledad interna que da sentir que nadie más lo está viviendo. Y no, no es solo cuestión de hormonas. Es una revolución interna , una relectura de todo lo que has sido hasta ahora. Lo que me ha servido, de verdad...